Filippino Lippi
Lorenzo de Bartoluccio, alias Lorenzon GHIBERTI (Florencia, 1378 - Florencia, 1 de diciembre de 1455), hijo y aprendiz de un orfebre florentino, fue el primer escultor que basó su arte en la cultura, en las fuentes del Humanismo. Sus Puertas del Baptisterio de Florencia son consideradas las inauguradoras del arte del Renacimiento. Amigo asiduo de artistas, humanistas y erúditos, Ghiberti estudió los clásicos, Plionio, Ateneo el Viejo, Vitrubio..., y fue un propagador activo de las ideas humanistas, así como uno de los primeros coleccionistas de arte antiguo. Aunque dedicado principalmente a la escultura, también ejerció de arquitecto y de pintor, y en sus últimos años escribió el libro I Comentarî, sobre diversos aspectos del arte.
En 1402, en competencia con Brunelleschi y otros arquitectos afamados como Jacopo della Quercia, es cuando gana el concurso para la realización de las dos puertas que le restaban al Baptisterio de San Giovanni de Florencia. Las segundas que realizó, las Puertas del Paraíso, de una belleza incomparable, son consideradas la cima máxima del relieve renacentista.
Sus esculturas traslucen una elegancia lírica acompañada de perfección técnica así como el interés que tenía por la sencillez clásica de peso y volumen. En sus primeros trabajos se observan todavía numerosas reminiscencias góticas, pero conforme va avanzando el siglo XV va desarrollando sus nuevas ideas de corte renacentista con mayor intensidad, como se desprende de una observación de la evolución de su obra, que va tendiendo hacia una representación más naturalista del movimiento, el volumen y la perspectiva, así como una idealización mayor del tema.
En sus últimos años de vida, entre 1447 y 1448, escribió un tratado de arte en tres volúmenes, un manuscrito que dejó inacabado, llamado I Comentarî. En él realiza una historia del arte y de los artistas, tanto antiguos como del Trecento, desde el propio arte y, a la vez, trata de establecer la base científica del arte figurativo basándose en la óptica y en la teoría de las proporciones. Entendía Ghiberti la escultura, y también la pintura, no como artes de acción, artes mecánicas, sino como el resultado de la integración entre la técnica, la materia, y el razonamiento, la invención. I Comentarî refleja, además, el mundo del propio Ghiberti con una voluntad autobiográfica hasta entonces desconocida en los tratados de crítica del arte.
Ghiberti es conocido fundamentalmente por sus puertas para el Baptisterio de Florencia, consideradas las primeras inaguradoras del arte del Renacimiento y las segundas, las Puertas del Paraíso, como la cúspide del relieve renacentista. Estas obras hacen a menudo sombra a otras creaciones del artista que son igualmente merecedoras de reconocimiento. Mientras ejecutaba sus primeras Puertas del Baptisterio, fue maestro de obras de la iglesia de Orsanmichele. En su escultura destacan, por ejemplo, sus estatuas monumentales de San Mateo (1419-1421) para el gremio de cambistas de Orsanmichele o las de San Esteban (1425-1426) para el gremio de tejedores de lana. También a recordar sus bajorrelieves en bronce para la Fuente bautismal de la Catedral de Siena (1417-1427), con escenas como el Bautismo de Cristo o San Juan conducido ante Herodes, así como el Relicario en bronce de San Cenobio y otras tantas obras.
Segundas Puertas del Baptisterio principal de San Giovanni de Florencia.
La realización de las dos puertas que le restaban al Baptisterio de Florencia, para situarlas junto a las primeras que Andrea Pisano realizó en Trecento, fue el trabajo que Ghiberti consiguió al ganar el concurso de relieve sobre el Sacrificio de Isaac en 1402. Trabajó en las primeras durante más de veinte años, entre 1403 y 1424, ayudado por sus discípulos. Cada batiente contiene catorce relieves en bronce dorado, con marco cuadrifolio y de un modelado extraordinario, en los que están representados episodios de la vida de Cristo y los padres de la Iglesia, como la Flagelación, Jesús ante los Doctores, Cristo en la tempestad o La oración en el huerto. Mucho tienen aún estos relieves del estilo gótico, deudores en gran medida del arte de su predecesor Andrea Pisano, un arte que intenta valorar la figura frente al vacío del entorno, pero se advierten claramente rasgos renacentistas. Tanto la perspectiva arquitectónica como la construcción de los cuerpos consiguen efectos de una gran expresividad plástica, se adivina una mayor preocupación por la profundidad del espacio pictórico, la ejecución de las figuras toma más importancia que la de los ropajes y se observa un creciente interés por el Mundo Antiguo, factores todos ellos que evidencian la irrupción del Renacimiento artístico.
El excelente trabajo que realizó con las segundas Puertas del Baptisterio de Florencia hizo que Ghiberti fuera considerado también el más adecuado para ser el artista que decorara las terceras. Así, emprendió en 1425 la realización de los relieves en bronce dorado de las últimas Puertas, que no finalizaría hasta 1452. Las puertas que, merced a su impresionante hermosura, Miguel Ángel bautizaría como las Puertas del Paraíso. El programa iconográfico de estas terceras Puertas de Baptisterio levantó encendidas polémicas entre los humanistas florentinos, como Leonardo Bruni, Ambrosio Travesari, Niccolò de Uzzano y Niccolò Niccoli, pues Ghiberti optó por modificar totalmente la estructura trecentista de Andrea Pisano que había mantenido en las segundas. El espacio disponible queda dividido en diez cuadros, cinco para cada batiente, inscritos en una rica y estrecha orla. La reducción del número de espacios ocasionó que dos o más episodios del programa tuvieran que fundirse en un solo cuadrado, creando en consecuencia un principio narrativo necesariamente distinto al de sus primeras Puertas. Si en éstas la figura humana concreta el espacio, en las segundas el paisaje y las perspectivas arquitectónicas dan fondo a las movidas escenas.
Difícilmente el arte del relieve ha superado tal grado de perfección. Del bajo al alto relieve, los fondos y las figuras van emergiendo de la superficie hasta alcanzar una plena corporeidad, aunque los cuerpos henchidos del clasicismo no llegan a perder la armonía y la fragilidad de movimiento del último Gótico. Y, del mismo modo, las arquitecturas, aunque concebidas bajo en conocimiento de la invención brunelleschiana, no llegan a crear un eje inmóvil en el que coincidan todas las líneas del cono visual, sino que obedece al principio medieval del punto de vista variable que Ghiberti llama "región del ojo". Aunque todavía se mantienen resabios del Gótico, es evidente la evolución del estilo ghibertiano hacia un Renacimiento más pleno.
El resultado de ese encuentro entre conceptos artísticos, ya que no opuestos, diferentes, es una síntesis que alcanza la perfección, una perfección que hizo exclamar a Miguel Ángel que aquellas Puertas, por su belleza, debían ser las que abrieran el Paraíso. Aunque la belleza del bronce ghibertiano al parecer no alcanzó la gloria que según Miguel Ángel merecía, lo cierto es que cuando en 1452 las Puertas de Ghiberti iban a ser colocadas en el lado sur del Baptisterio, dada su hermosura merecieron el honor de desplazar a las de Andrea Pisano para encararse con la gran portada de la catedral principal de Florencia, Santa María dei Fiori. En su inacabado manuscrito I Comentarî, Ghiberti considera que de todas sus obras la creación más extraordinaria son estas terceras Puertas del Baptisterio, realizadas "con la mayor habilidad, la mayor ponderación y el máximo espíritu de aventura".